SI SENTÍS QUE TUS ELECCIONES NO SIEMPRE RESPONDEN A TUS DESEOS
SI TE HACÉS NUEVAS PREGUNTAS EN LUGAR DE RESPONDER AUTOMÁTICAMENTE LO APRENDIDO
SI YA NO QUERÉS VIVENCIAR CONFLICTOS Y SITUACIONES REPETIDAS
SI TE DISTE CUENTA QUE LAS ARMADURAS MENTALES TE ENFERMARON FISICAMENTE
SI PARECE QUE "CASI TODO ESTÁ BIEN" PERO AQUELLO QUE FALTA SE HACE NOTAR.
SI PARECE QUE "CASI TODO ESTÁ MAL" PERO LA CONFIANZA SE DEJA VER

Y descubrís...
Que estás dispuesta a provocar cambios que te hagan más feliz. Que te animás a pensarte a vos misma, y a sentir lo que te pide tu alma, tu ser esencial. Que querés confiar y reencontrarte en lo profundo... TENEMOS PARA VOS VARIAS PROPUESTAS. ELEGÍ LA QUE MÁS SE AJUSTA A TU REALIDAD Y DEJANOS ACOMPAÑARTE EN ESTE TRAMO DEL CAMINO.

ABRIL Y LAURA


10 de noviembre de 2011

¿Qué clase de energía transmites?

Si tú llevaras imanes pegados por todas partes, podrías esperar que algunas cosas se te pegaran, que otras se alejaran corriendo de tu lado y que otras no te afectaran. En cierto modo, esto es lo que ocurre en la vida. Inconscientemente transmites tu energía. Algunas de tus cualidades son magnéticas y otras repelentes. Has atraído hacia ti toda cosa y persona que está en tu vida. La vibración que emites está formada por tu energía consciente e inconsciente, en parte repelente, en parte magnética, y en parte neutra. La ley que hay detrás de ello es la que dice: atraemos lo que es similar a nosotros.

Atraemos a nuestra vida, personas y situaciones que tienen vibraciones similares a las nuestras. Las cualidades negativas como la penuria, la desesperación, la depresión, la rudeza o la desconsideración conducen a una frecuencia baja. Si poseemos alguno de estos elementos en nuestra naturaleza, magnetizaremos a alguien de energía similar hacia nuestra vida. Las cualidades como el amor, la gentileza, la dicha, el deleite o la generosidad transmiten una energía de frecuencia elevada y también magnetizan a personas de energía similar.

El universo nos ofrece espejos para que nos contemplemos en ellos, mira a tu alrededor y observa a los personajes que te rodean. Están interpretando un papel en la obra de tu vida por algún motivo. Cuanto más vehementemente negamos que somos como imanes para cierto tipo de persona o situación, más nos pide nuestro Yo superior que observemos atentamente a nuestra sombra. La desesperación es algo que repele.

Cuando alguien está desesperado por tener pareja, los demás captan esa desesperación a un nivel sutil y se retiran. Cuando cambian esa energía por otra amorosa, abierta y de aceptación, atraen a la persona adecuada. La ley de atracción funciona en diferentes ámbitos. Si no estás en armonía con la vida puedes atraer alimentos que te sientan mal. Si tienes pensamientos autocríticos te estás atacando a ti mismo. Puedes atraer a mosquitos que te piquen. Están sirviendo de espejo para la energía que estás emitiendo. Si estás soterrando la cólera puedes atraer un ataque. Si tienes pensamientos negativos atraes a personas y situaciones negativas. Si tienes mala salud, en el momento en que estés listo para soltarla atraerás al sanador perfecto a tu vida. Si quieres que un proyecto tenga éxito pero tienes sentimientos ocultos de aburrimiento, o si estás asustado o cansado, la energía subyacente contrarrestará el éxito del proyecto. Siempre que algo no se manifieste como tú esperas, examina tus sentimientos soterrados y cámbialos. Entonces magnetiza aquello que quieres.

Lo interior atrae a lo exterior. Si algo de tu mundo exterior no es como quieres que sea, busca dentro y cambia tu manera de sentir con respecto a ti mismo. Entonces automáticamente atraerás a personas y experiencias diferentes hacia ti. Si te infravaloras y piensas que no eres lo suficientemente bueno, atraerás a una persona abusiva que te hará lo mismo.

Recuérdate tus buenas cualidades y magnetiza a alguien que te aprecie. No emitas energía negativa ni pienses en atraer algún desastre hacia ti. Irradia luz positiva y confía en que un milagro se acerque a ti. Eres como un imán: atraes aquello que es similar a ti.

Juan Carlos Caramés

1 de noviembre de 2011

La primera búsqueda es la interior

Desde hace algún tiempo, he intentando centrar mis comentarios en algunas sugerencias recogidas en mi propio camino, que pudieran servir de mapa a otros que caminan en su propia búsqueda. A veces la realidad del mundo o del país me aleja de esa intención y me descubro hablando de todos cuando sólo quería hablar de cada uno de nosotros.

Aún a riesgo de ser acusado (una vez más) de individualista, sigo sosteniendo que al objetivo del bien común le vendría muy bien que cada uno se ocupara de su propio desarrollo, aunque más no sea para poder ayudar más apropiada, mas justa y más eficazmente al prójimo.

Le propongo durante las próximas semanas que usted y yo nos animemos a dar algunos pasos más en dirección de ese crecimiento. Ninguno de estos puntos le será desconocido ni novedoso, solamente deseo invitarlo a que usted se ocupe de prestar más atención a algunos de los desafíos del volverse usted mismo.

Y el primer paso es ocuparse de conocerse, de descubrirse. Descubrir es des-cubrir. Quitar la cobertura. Animarse a sacarse las máscaras y mostrarme ante mí y ante los demás tal y como soy. Es asumir la responsabilidad de todo lo que hago y de todo lo que digo y dejar de pedirle a otros que sean veedores de nuestras vidas.

Conocerse es tomarse tiempo para mirarse interiormente, conectarse con lo que creemos, con lo que sentimos y con lo que somos más allá de todo. Es empezar por el principio. Aquel de las tres preguntas existenciales:
Quién soy?. Dónde voy?. Con quién?.

Tres preguntas que, como siempre digo, deberían ser contestadas en ese orden, para no correr el riesgo de que mi compañía decida mi camino, ni dejar que mi rumbo y mi acompañante decidan quién soy. Un cuento algo kafkiano nos ayudará a reírnos de nosotros...
Había una vez un hombre que tenía mucho miedo a perderse. Todo había empezado un día cuando al revisar unas fotos del curso completo de su colegio primario, fue incapaz de reconocerse.
Esto lo angustió en demasía y se quedó obsesivamente ligado a la idea de que dentro de algunos años tampoco se reconocería en alguna foto o en alguna filmación. Si esto se agravaba, pensó, podría llegar a no reconocerse en un espejo y eso significaría perderse para siempre...
Fiel a su necesidad de reaseguramiento tomó una heroica y extraña decisión: desde ese día se vestiría siempre de marrón.

Pantalones marrones, zapatos marrones, camisas marrones y corbatas también marrones. "¡Así - dedujo -, en cualquier lugar que me vea sabré que el de marrón soy yo!".
Alegre y sereno con su decisión pasó por una casa de ropa y compró su tranquilidad con un buen pedazo de sus ahorros.

En retribución a tan buen cliente, la empresa vendedora le obsequió un pase gratuito para el Instituto de Relajación Antiestrés. El bono prometía masajes, ducha escocesa, saunas, baño turco y piscina, sin ningún costo para el invitado.

El hombre de marrón no dudó en aceptar el regalo y decidió hacerlo efectivo esa misma tarde. Todo era maravilloso, pero cuando en su pequeño box terminaba de quitarse su ropa interior marrón, se le ocurrió pensar que totalmente desnudo ya no podría identificarse como el hombre de marrón; debía tomar un recaudo. Quitó una hebra de su abrigo de lana y la ató en su dedo gordo del pie derecho.
"Si me pierdo -pensó- sabré que el que tiene el lazo en el dedo gordo, soy yo." Con esta tranquilidad, se dedicó a disfrutar de su premio. Tanto disfrutó y tan abstraído estaba que no notó cuando la hebra se resbaló de su pie y quedo flotando en la piscina.

Otro visitante se topó con la hebra y encantado con su color decidió pedirle a su mujer una bufanda de ese mismo tono. Para no perder la hebra decidió llevarla... atada a su dedo gordo del pie.
Cuando terminó el paseo, nuestro héroe regresó a su cuartucho a vestirse, se secó, dejó el toallón y se miró al espejo. Al ver su pie sin hebra marrón, exclamó: "¡Me perdí!".

Algo desesperado salió por los pasillos buscándose. Encontró por fin el lazo marrón atado a un dedo gordo. Levantó la vista mirando a los ojos al dueño del pie señalado y le dijo: "Señor, yo sé muy bien quién es usted; pero ¿me podría aclarar quién soy yo?".

En la hora del comienzo de nuestro verdadero camino, debemos dejar de preguntar a los demás quiénes somos y correr el riesgo de perdernos, para no dejar que nada más que lo interior nos defina.

Jorge Bucay